El uso de psicofármacos en infantes tiene serias consecuencias.

“El Prozac acaba de ser declarado apto para los niños. La FDA, el organismo que regula los medicamentos en Estados Unidos «ha dado esta autorización»”. “Sus efectos secundarios son los mismos que en los adultos: náuseas, cansancio, nerviosismo, mareos y dificultad para concentrarse”. Los ensayos se realizaron con un grupo de 96 niños a la mitad de los cuales se les administró un placebo y al resto Prozac. “La mitad de los niños mejoró, pero 17 de los que tomaron Prozac desarrollaron depresión a lo largo de un año y tres de ellos dieron muestras de manías compulsivas o de sensaciones de euforia excesivas”.

“Los especialistas previenen contra el riesgo de querer ocultar los problemas infantiles con fármacos y predisponer a los niños y adolescentes para el consumo de drogas ilegales”. “Algunos expertos han manifestado su preocupación sobre la falta de rigor en el diagnóstico de la depresión infantil y los posibles efectos a largo plazo de los reguladores de la serotonina en los cerebros en crecimiento”.

“Para Lilly, el gigante farmacéutico fabricante del Prozac, se trata de una gran victoria que podrá relanzar las ventas del Prozac, estancadas en los últimos años por la tremenda competencia en el mercado de los «inhibidores de la reabsorción de la serotonina»”. “Lilly, generoso contribuyente del Partido Republicano durante las elecciones presidenciales, ha ganado la partida a sus competidores y ha logrado que el Prozac sea el primero de la nueva generación de antidepresivos considerado apto para aliviar la depresión en los niños”.

La Comisión Europea calcula que entre el 50% y el 90% de las medicinas que se receta y administra en la infancia no han sido nunca previamente ensayadas con niños. Los resultados son sobredosis por errores de cálculo, ineficacia del tratamiento y efectos secundarios imprevisibles. “Las compañías farmacéuticas tienen un claro interés en medicalizar los problemas de la vida, y ahora ya existe un enfermo para cada fármaco”, escribía recientemente en el British Medical Journal (BMJ) su director Richard Smith.

Un estudio publicado en The Journal of the American Medical Association (JAMA) revela un rápido aumento entre niños de 2 a 4 años, a los cuales se les administran antidepresivos, estimulantes y antipsicóticos, cuando presentan dificultades de comportamiento o de aprendizaje. Algunos de los fármacos más utilizados están expresamente contraindicados en niños menores. La droga más popular para tratar la hiperactividad y la falta de atención es Ritalin, un estimulante cuyo prospecto advierte que no se debe administrar a menores de 6 años y del que nunca se han analizado los efectos secundarios. Sin embargo, lo tomaban un 90% de los preescolares a los que los investigadores de la Universidad de Maryland, autores del estudio, hicieron un seguimiento entre 1991 y 1995. El informe agrega que: "Esta alarmante tendencia de prescribir drogas a niños pequeños puede tener efectos perniciosos para el desarrollo del cerebro”.

Un equipo de la Unidad de Psiquiatría Infanto-Juvenil del Servicio de Prevención Asistencial y Socio-Sanitaria (PASS) de Mataró, está llevando a cabo un programa para la detección del trastorno en escolares de 4 años, con la hipótesis de que un tratamiento iniciado en esta edad puede evitar muchos problemas a los afectados. La prevención incluye la posibilidad de tratamiento farmacológico. A estos niños se les suele drogar con metilfedinato, el principio activo del Ritalin que, en nuestro país, se comercializa con la denominación Rubifen, derivado anfetamínico, indicado para niños hiperquinéticos con disfunción cerebral mínima.

La disfunción y la lesión cerebral mínimas son denominaciones acientíficas y carentes de seriedad alguna, creadas por los laboratorios farmacéuticos, para indicar la prescripción de medicación, aún cuando no haya pruebas de disfunción ni de lesión cerebral. El calificativo de mínima se justifica alegando que las pruebas no registran la disfunción o lesión por la falta de sutileza de los aparatos actuales y que aún así la sintomatología del niño justifica el diagnóstico.

Esa supuesta sintomatología se obtiene diagnosticando como patológica la normal necesidad del niño de atención, movimiento, juego y habla. Los niños pequeños no pueden ser silenciados y paralizados sino a costa de su desarrollo físico, emocional e intelectual. Aquellos que no estén dispuestos a permitir que los niños desarrollen sus necesidades naturales deberían renunciar a engendrarlos, a criarlos y a ser sus docentes o cuidadores. Las drogas psicotrópicas se han convertido en un intento de solucionar problemas de disciplina en colegios, de amordazar a los niños en el hogar, y de sustituir la consulta al psicólogo y al psicoanalista, que los seguros médicos no cubren. El prospecto del Rubifen indica como posibles efectos secundarios la sequedad de boca, vértigo, dolor de cabeza, insomnio, náuseas, nerviosismo, palpitaciones, reacciones cutáneas y alteraciones de la presión arterial. Según algunos estudios puede llegar a producir la muerte súbita del niño. Un dechado de virtudes. El mismo prospecto indica que no debe administrarse a niños menores de 6 años y advierte asimismo que su uso puede generar dependencia de tipo anfetamínico.

El estudio del The Journal of the American Medical Association considera que “la cantidad de niños norteamericanos que actualmente toman Ritalin es desconocida, pero los datos disponibles indican que hace cuatro años ya superaban los dos millones. Otras drogas cuyo consumo infantil está creciendo son el antidepresivo Prozac y el antipsicótico Clonidine. Este último se usa comúnmente para regular la presión arterial de adultos, pero a los niños se les receta para el insomnio y problemas de atención”. La Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes de las Naciones Unidas, ha llamado la atención a los gobiernos para que establezcan sistemas adecuados de expedición de recetas que permitan controlar el abuso de utilización de drogas psicotrópicas, acusando a la industria farmacéutica de promover estrategias agresivas para incrementar el consumo injustificado de esas sustancias.

Las investigaciones que nutren estos criterios medicamentosos se originan en la concepción electro-mecánico-química del cerebro y en el reduccionismo de nuestros afectos, emociones, sentimientos y comportamientos a procesos de esa naturaleza, que es el que proporciona apoyo teórico a los dispensadores de recetas que va a satisfacer la demanda masiva del ¡NO QUIERO PENSAR!

Si en algún punto, un "profesional" de la salud mental le sugiere la posibilidad de usar medicación psicofarmacológica para su hijo haga lo más sensato: Párese y Váyase.

Artículo original: http://www.puntodepartida.org/article30.html